UN NUEVO MINDSET PARA LA NO NORMALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA: una reflexión dentro del marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer
- Delia Hernández
- 27 nov 2024
- 7 Min. de lectura
Por una cultura de la paz, de la dignidad y la vida humana con respeto y empatía para todos.

Fotografía de Yuli Como
"Nunca se entra por la violencia dentro de un corazón"
Jean Baptiste Molière
¿Qué es lo que hace que una mujer permita acciones, actitudes, palabras o comportamientos que la lastimen?
Dentro de las necesidades de todo individuo -hablando en general de todos los seres humanos, no exclusivamente de las mujeres- existen necesidades de las que habla el psicólogo Abraham Maslow, la teoría ERG de Alderfer que habla de tres grupos de necesidades centrales: existencia (E), relación (R) y crecimiento (G), (ERG) y las del psicólogo estadounidense Frederick Herzberg, que hablan de la teoría de la gestión y motivación y entre otras- tienen en común el que las personas deseamos ser amadas y necesitamos relacionarnos con otros también, siendo reconocidas por lo que valemos así como por pertenecer a un algo o a una entidad (grupo) e incluso, dentro de un determinado pensamiento o mindset, a un alguien que nos privilegia formando parte de sus afectos más preciados.
¿Por qué comenzar este artículo de opinión con esta información?
O mejor aún, ¿qué tiene que ver con la temática central que nos ocupa?
¿Por qué hablar de respeto y de la no normalización de la violencia?
Dentro de los códigos simbólicos, el hombre le ha dado una serie de connotaciones diversas a cosas que existen o que incluso, inventa; existen la Semiótica y la Semiología para dar significado a diferentes maneras de comunicar e incluso, de formar lenguajes.
Sin embargo, cuando hay códigos o señales que implican la violencia y que en lugar de alertarnos, se fomentan al través de la música, series televisivas, películas e incluso, celebridades o ahora, los llamados “influencers”, esto no debe ser permitido ni mucho menos aceptable, ya que la violencia no es un lenguaje, no es una solución ni mucho menos una forma de comunicación.
La integridad de un ser es lo más valioso que poseemos. De esta manera, la violencia como parte de las relaciones entre las personas, es la negación más brutal de la dignidad humana y el respeto más elemental que debemos asumir, cuidar y proteger como sociedad.
Hablar de no violencia no es un tema abstracto; es un compromiso real y profundo que cada persona debe asumir en su vida cotidiana.
Cuando hablamos de violencia, no distinguimos género, edad o condición. La violencia contra las mujeres ha sido históricamente más visible y sistemática, pero la realidad es que ningún ser humano merece ser lastimado, humillado o menospreciado bajo ninguna circunstancia. La normalización de la violencia es quizás uno de los mayores problemas sociales que enfrentamos al convertirse en parte de las narrativas de la vida cotidiana de las personas no únicamente en México o Latinoamérica, sino en muchos otros países o culturas del mundo actual.
Cuando permitimos que pequeñas agresiones pasen desapercibidas, estamos construyendo un terreno fértil para violencias más graves. No se trata sólo de los actos físicos, sino también de la violencia psicológica, emocional, económica, social -entre muchas otras- que destruye la autoestima y limita el desarrollo pleno de las personas.
Las instituciones, las familias, las escuelas y cada individuo tienen la responsabilidad de construir una cultura de no violencia. Esto significa educar desde la empatía, enseñar métodos de resolución pacífica de conflictos, promover el respeto mutuo y crear espacios seguros donde todas las personas puedan desarrollarse sin miedo.
No basta con condenar la violencia cuando ya ha ocurrido.
La prevención es y debe ser, nuestra mejor herramienta para combatirla antes de que suceda o se incruste en la vida cotidiana de las mujeres y las personas, en general.
Y es aquí en donde se manifiesta nuestra preocupación por insertar un nuevo mindset, esto es una nueva mentalidad o patrones estructurales en las creencias, las conductas, las actitudes e incluso, la manera en que interactuamos o nos conducimos ya sea por seguir los códigos sociales tradicionales o culturales en los que nos desenvolvemos. Debemos identificar y desmontar este mindset, es decir, los patrones culturales que la promueven (como el machismo y los micromachismos, por ejemplo) cuestionando los estereotipos que la justifican y creando redes de apoyo sólidas que protejan a quienes están en situación de vulnerabilidad y de franco riesgo de vida.
Cada uno de nosotros puede ser un agente de cambio.
Y el ser un agente de cambio, significa no ser cómplices del silencio; significa intervenir cuando vemos una situación de abuso, significa educar a las nuevas generaciones en el respeto y la igualdad. La no violencia no es pasividad, es una postura activa de defensa de la dignidad humana.
La VIOLENCIA destruye proyectos de vida, genera traumas profundos y reproduce ciclos de dolor que pueden transmitirse entre generaciones. Romper estos ciclos es nuestra responsabilidad colectiva.
La violencia contra las mujeres no es un problema aislado ni privado; es una problemática estructural que afecta a millones de personas en todo el mundo. Según datos de organismos internacionales, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida. Estas cifras son alarmantes y reflejan la urgencia de actuar.
No podemos seguir justificando la violencia bajo frases como "así son las cosas", "es su carácter" o "es un problema de pareja".
Estas excusas perpetúan el ciclo de abuso y hacen que las víctimas se sientan solas, culpables o incapaces de salir de esa situación. Es nuestra responsabilidad como sociedad romper con estas narrativas y ofrecer apoyo a quienes lo necesitan. Escuchar, acompañar y denunciar son acciones clave para erradicar la violencia.
La importancia de erradicar la violencia: un llamado a la acción para proteger la dignidad humana
La violencia contra las mujeres no es un problema aislado ni privado; es una problemática estructural que afecta a millones de personas en todo el mundo. Según datos de organismos internacionales, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida. Estas cifras son alarmantes y reflejan la urgencia de actuar. Pero no basta con indignarnos; debemos comprometernos a cambiar esta realidad desde nuestras acciones cotidianas, nuestras palabras y nuestras decisiones.
Es importante recordar que la violencia no sólo se manifiesta en golpes o agresiones visibles. También está presente en el control, en los insultos, en la manipulación emocional, en la desigualdad económica y en la discriminación. Muchas veces, estas formas de violencia son invisibles, pero no por ello menos dañinas. De hecho, suelen ser las más difíciles de identificar y las que más se normalizan en las relaciones personales y en la sociedad.
Erradicar la violencia no es una tarea fácil, pero es posible si trabajamos juntos. Esto implica cuestionar nuestras propias actitudes, desaprender comportamientos normalizados y exigir cambios en las leyes, las instituciones y las políticas públicas. También significa apoyar a las víctimas, creer en sus testimonios y garantizar que tengan acceso a justicia y protección.
La violencia no es un problema individual; es un problema colectivo que nos afecta a todos. Cada vez que permitimos un acto de violencia, estamos contribuyendo a perpetuar un sistema que oprime, lastima y destruye vidas. Por eso, es momento de decir basta. Basta de justificar, basta de callar, basta de mirar hacia otro lado.
La violencia no es un problema privado, es un problema de todos
Es importante entender que la violencia no ocurre en un vacío. Cada acto de violencia, ya sea en el hogar, en la calle o en el trabajo, tiene un impacto que trasciende a la víctima directa. Las familias, las comunidades y las sociedades enteras sufren las consecuencias de la violencia. Por eso, no podemos seguir viéndola como un problema privado o como algo que solo concierne a quienes la padecen.
Cuando una mujer es violentada, no sólo se vulneran sus derechos, sino que también se envía un mensaje peligroso a la sociedad: que la violencia es tolerable, que es parte de la vida, que es algo que debemos aceptar. Este mensaje perpetúa un ciclo de abuso que afecta a generaciones enteras. Los niños que crecen en hogares donde hay violencia tienen más probabilidades de repetir esos patrones en el futuro, ya sea como víctimas o como agresores.
La normalización de la violencia es un enemigo silencioso.
Por eso, es fundamental que todos asumamos la responsabilidad de erradicar la violencia previniéndola desde un inicio. Esto significa no sólo denunciar los actos de violencia que presenciamos, sino también reflexionar sobre nuestras propias actitudes y comportamientos. ¿Cómo tratamos a las personas a nuestro alrededor? ¿Cómo reaccionamos cuando alguien nos cuenta que está siendo víctima de violencia? ¿Estamos dispuestos a intervenir, a apoyar, a ser parte de la solución?
Y finalmente:
¿Por qué asumimos esto?...
Uno de los mayores obstáculos para erradicar la violencia es su normalización. Muchas veces, las personas no reconocen que están siendo víctimas de violencia porque han aprendido a verla como algo que ya forma parte de su vida o que siempre ha sido "normal" el convivir así o en entornos que la permiten, la fomentan y la alientan.
Frases como "me cela porque me quiere", "es su forma de ser" o "es mi culpa por provocarlo" son ejemplos de cómo la violencia se disfraza de amor, de carácter o de responsabilidad personal;
La erradicación de la violencia no es una tarea que pueda lograrse de la noche a la mañana, pero cada paso cuenta. Desde pequeñas acciones, como escuchar y apoyar a una persona que está sufriendo, hasta grandes cambios, como exigir políticas públicas efectivas, todos podemos contribuir a construir un mundo libre de violencia.
La violencia no tiene cabida en nuestras vidas. Es hora de decir basta. Es hora de actuar. Es hora de cambiar pero también, es hora de que nuestra mentalidad, esto es, nuestro MINDSET se transforme y evoluciones insertando nuevas creencias potencializadoras que permitan que la mujer florezca sin la sombra de la violencia por el simple hecho de existir como un ser único, maravilloso, irrepetible que, tiene en sus manos, las riendas de su propia vida, de su felicidad y principalmente, de su plena realización con una vida distinta a la que ha permitido o, sencillamente, a la que ha conocido desde su niñez.
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